El artículo enfoca la paradoja de que el sistema político chileno ha funcionado satisfactoriamente, a pesar de combinar rasgos que, según la literatura científica, deberían crear inestabilidad. Se lleva a cabo un análisis de las relaciones de poder entre el Congreso y el Presidente para esbozar los rasgos específicos de la separación horizontal de poderes en Chile, enfatizando, sobre todo, en los elementos que han contribuido a la estabilidad del sistema político. En la parte final, se discute desde un enfoque más amplio sobre el aporte específico del Congreso a la consolidación de la democracia chilena. Se concluye planteando que el parlamento ha logrado una institucionalización horizontal bastante exitosa, pero que en la percepción de los ciudadanos no ha logrado una institucionalización vertical satisfactoria.